Desde este largo auto-exilio del mundo de la RSE – por razones laborales- he venido observando muy de cerca los “nuevos modelos” que han surgido para competir y restarle importancia a la responsabilidad social, y colocarla como un concepto fuera de moda o limitado.
Entre estos modelos esta “El valor compartido” de Michael Porter y Mark Kramer, quienes con su teoría del valor compartido, en su artículo publicado enero de 2011 en el Harvard Business Review “Creación de Valor Compartido: Como reinventar el capitalismo y desatar una oleada de innovación y crecimiento” pretender presentar, como bien lo dice Antonio Vives en su artículo “Crear valor compartido o compartir el valor”[1], ¡La solución a los problemas del mundo!
En un evento reciente en Colombia llamado Foro Mundial de Creación de Valor Sostenido[2], Porter mencionó que “El término RSE es un concepto genérico mientras que el valor compartido es algo único y diferente para cada compañía».
Acá surgen algunas preguntas: ¿único en qué? ¿Diferente por qué?, ¿es que la RSE no es única? Y ¿Es que para cada empresa la RSE no es única? ¿O es que existe una camisa de fuerza para la RSE?
Si nos vamos a las definiciones, “El concepto de valor compartido, de acuerdo a Porter y Kramer puede ser definido como las políticas y prácticas operativas que incrementan la competitividad de una compañía desarrollando simultáneamente condiciones económicas y sociales en las comunidades donde las empresas tienen el asiento de sus negocio”[3], mientras que la responsabilidad social[4], es la responsabilidad de una organización ante los impactos que sus decisiones y actividades ocasionan en la sociedad y el medioambiente, a través de un comportamiento transparente y ético que:
• Contribuya al desarrollo sostenible, incluyendo la salud y el bienestar de la sociedad
• Tome en consideración las expectativas de sus partes interesadas
• Cumpla con la legislación aplicable y sea coherente con la normativa internacional de comportamiento; y esté integrada en toda la organización y se lleve a la práctica en sus relaciones
Entonces, ¿si comparto valor, no me responsabilizo por lo que hago o no hago ante mis empleados, proveedores, consumidores, clientes y el medio ambiente? ¿Y la ética, que pasa con la ética?, las leyes, así sucesivamente…
En una entrevista reciente con Andrés Oppenhaimer[5] , para ser más exacta en septiembre de este año, Mohamed Junus reiteró en varias oportunidades que los conceptos de filantropía y responsabilidad social han sido superados por las “empresas sociales”, y mencionaba que la responsabilidad social comenzó como la repartición de lo sobrante a fin de año en forma de caridad, pero que dicho concepto se fue comercializando y ese dinero destinado a la “responsabilidad social” se destino a construir una imagen de las empresas.
Y la gota que rebozo el vaso fue cuando leí en twitter la frase: “CSR is Dead – Long Live Social Intrapreneurship”[6] lo cual traduce la RSC está muerta, larga vida a la capacidad emprendedora dentro de la empresa. Estas afirmaciones, como la de Porter y de Junus, y otras tantas que he podido leer, me hicieron reflexionar y me di cuenta una vez más que todavía no se ha entendido el concepto y la importancia de la responsabilidad social.
Personalmente considero que la responsabilidad social va mucho más allá de compartir valor, o de crear una empresa responsable, y por supuesto de la caridad y de la filantropía, no nos olvidemos que las organizaciones, por no limitarla a las empresas, tienen una responsabilidad no solo con la sociedad sino con los empleados, con los clientes, con los consumidores, con los proveedores, con el gobierno y hasta con el medio ambiente.
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