No podemos mirar a Silicon Valley sin sentir una mezcla de admiración y cierta intriga. Admiración, porque la región concentra una serie de exitosas empresas ‘high-tech’ que revolucionaron la forma de hacer negocios y las habilidades necesarias para lograrlo. Intriga, porque uno se pregunta qué se debería hacer para replicar la experiencia a mayor escala. Y me parece especialmente relevante mencionar que uno de los factores que contribuyeron a esta TransFormación en la industria de las TI, y de otros sectores innovadores que se han asentado en la zona, fue la creación de un clúster que mimetizó los ecosistemas naturales, donde cada una de sus partes interactúa con otras para crear procesos que garantizan la autosostenibilidad del sistema en conjunto.
Los ecosistemas son las piezas de un rompecabezas que encajan perfectamente y se retroalimentan para seguir creciendo, justamente lo contrario a lo que encontramos en nuestra región en el ámbito de la formación de habilidades. A pesar de que cada vez hay más gobiernos que reconocen la urgencia de cerrar la brecha de habilidades, la ausencia de una agenda estratégica de desarrollo de habilidades íntimamente vinculada a las agendas de crecimiento es una constante. No es que no se haya hecho nada al respecto. Todo lo contrario, nuestros países están buscando los elementos de éxito de los modelos con las mejores experiencias (Corea, Alemania, Austria, Suiza… por mencionar sólo algunos), pero lo están haciendo de manera aislada. Los gobiernos y el sector privado no cuentan con una visión común que permita apuntar hacia una misma dirección. Las escuelas, los centros de capacitación, las universidades y los centros de investigación, los empleadores –dispersos entre ellos mismos: pequeños, medianos, grandes– no se están comunicando entre sí. Cada jugador trata de mover sus propias piezas, sin una visión del rompecabezas en su conjunto.
Pero esto puede cambiar. Parece que en la región empiezan a surgir los cuatro elementos que se necesitan para que prospere un ecosistema: un catalizador, un combustible, un entorno propicio y, sobre todo, interdependencia entre los actores clave (a pie de esta entrada incluyo un cuadro que explica con más detalle qué son cada uno de estos elementos y resume cómo estos cuatro ingredientes interactuaron en el caso de Silicon Valley).
• El catalizador es la consciencia creciente que encontramos en la región: en los más altos niveles de gobierno, el empresariado, la comunidad académica y la propia sociedad civil cada vez se habla más de la relación entre habilidades, productividad y crecimiento. Incluso ya forma parte de los ejes transversales de desarrollo de algunos países (México y Chile, por ejemplo).
• El combustible puede ser una estrategia nacional de desarrollo de habilidades de mediano-largo plazo vinculada a una agenda de crecimiento económico, que plantee las directrices para el desarrollo del ecosistema.
• El entorno propicio requiere la identificación de sectores con potencial de crecimiento en los que se puedan concentrar los esfuerzos de las partes. Al igual que los jóvenes organismos que requieren estar protegidos de sustancias tóxicas o condiciones climáticas adversas, los sectores en los que se decida apostar tienen que contar con el apoyo necesario para florecer (marcos regulatorios flexibles, una oferta de trabajadores con las habilidades para inyectar a la industria de talento, infraestructura y servicios básicos).
• Finalmente, la interdependencia llama a la coordinación interinstitucional de la que ya se ha hablado en este mismo blog, aunque no sólo entre ministerios de Educación y Trabajo, sino entre todos los involucrados en el desarrollo de habilidades: gobiernos, empresas, la industria privada de capacitación y desarrollo de capital humano, expertos e investigadores en el tema.
Los cuatro elementos parecen estar presentes, pero de manera aún incipiente. Ahora tenemos el reto de concentrar el esfuerzo de todos, para encajar las piezas del puzle y conseguir una auténtica TransFormación de los sistemas de desarrollo de habilidades. Quizá, si lo lográramos, conseguiríamos un cambio tan radical como lo que hemos visto en pocos años en la industria tecnológica. ¿Lo intentamos?
Fuente: http://blogs.iadb.org/trabajo/2014/07/24/silicon-valley-o-como-crear-un-ecosistema-de-habilidades/